martes, 24 de febrero de 2015

Tres variaciones



-1-

Siempre que escribo lo hago para un tú aunque muchas veces ese tú sea yo misma, ¿te ocurre a ti lo mismo cuando tienes la cámara entre tus manos?

Esta foto que me hiciste en la pradera, sin que supieras que me daba cuenta, me hace pensar en esto que te cuento. Aunque si bien es cierto que aquí la combinación de espejos se complica: Sabía que estabas detrás de mí y me decía "¡qué foto tan chula está haciendo!". Era como si me observara a través de tu objetivo-subjetivo. Me veía y, a la vez, era consciente de la belleza de un fotograma en el que yo estaba pero en el que no me llegaba a sentir inmersa. Mientras pensaba todo esto estaba fuera del momento, estaba en el futuro, justo cuando me enseñaras la foto para darme una sorpresa. ¿A ti te pasó lo mismo? A veces los pensamientos consiguen secuestrar todos nuestros sentidos y nos hacen viajar a un tiempo que realmente aún no existe.

-2- 

Sin duda esperó a que todos se marcharan para hacerse la dueña de la tarde y estoy segura de que ni siquiera advirtió el clic de la cámara. Me sorprende que no te dieras cuenta de su deseo de estar sola mirando la inmensidad. ¿Le robaste la soledad para regalársela a los demás? Te encargaste, como buen testigo mudo, de aprehender ese remanso de serenidad en tonos grises para que fuera eterno. Las imágenes capturadas incomprensiblemente son, en el fondo, liberadoras.

-3-

La reunión había sido peculiar, decidimos que nada de paredes de hormigón. Se os ocurrió que encontrarnos en la pradera nos haría sacar todo lo que habíamos guardado desde hacía años de una forma más natural. No entendí la disposición de las sillas porque no nos permitía vernos aunque sí escucharnos. Pronunciamos verdades a medias porque la verdad entera como tal no existe. Cuando decidimos que ya estaba todo dicho, me sentí incapaz de seguir al grupo. Percibía vuestras risas nerviosas al volver a miraros a la cara, las palabras de disculpa, el intento de acabar de una vez con los malentendidos. Allí, estática, acurrucada en el sol de la tarde, preferí seguir escuchando el silencio de las palabras que no se habían dicho.


Foto de mi amigo César Cérón

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