miércoles, 23 de septiembre de 2015

Todo y nada puede pasar

Cielo nocturno del mundo de los sueños
Cuando apareció en mi vida, no le di demasiada importancia, o eso creía. Una noche entró en mis sueños sin permiso. Por lo menos yo no lo se lo había dado de manera consciente. El mundo onírico no tiene las mismas convenciones y cualquiera puede mezclarse en uno de ellos. Así que para mí, una persona a la que le gusta tener todo bien previsto, las noches eran el sitio ideal para soltarse la melena.

Se acercó y me cogió la mano, como el que toma un pájaro, y yo me dejé hacer. Los sueños es lo que tienen, todo es perfecto y admisible. No sé si me susurró algo al oído y, cuando me di la vuelta, nos besamos sabiendo que era un momento único, de esos que tal vez no llegues a vivir realmente nunca. Fueron unos segundos que, al despertar, me mantuvieron todo el día con su sabor en los labios.

Cuando lo volví a encontrar la noche siguiente, le dije tímidamente sin mirarlo a los ojos:
- Anoche estuviste en mis sueños.
- Lo sé y me gustó.
- A mí también, volví a decir.
Esta vez había tenido un sueño por capítulos y en la segunda parte fuimos incapaces, aun estando en esa tierra sin ley, de volver a besarnos. Paseamos entonces de la mano, dichosos de saber que allí teníamos un lugar común en el que cualquier cosa podía pasar, si así lo queríamos ambos.

Fotografía: BdB

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