domingo, 15 de abril de 2012

Una de besos


Los besos demuestran lo que somos. Hay tantos tipos como personas multiplicadas por las relaciones que se pueden entablar entre ellas. ¡Un disparate!

¿Te has parado alguna vez a pensar en cómo los das? Puede que ni siquiera lo hagas porque apartas la cara en vez de acercarla en una lucha porque el trozo de piel en contacto sea el menor posible. Si es así en todos ellos, háztelo mirar. Es broma.

En la vida das lo que recibes o recibes lo que das, no sé muy bien el orden. Lo que sí está claro es que requiere empezar en algún momento. Creo que los besos raramente son fingidos y parecen un buen indicador de la intensidad de nuestros vínculos. Seguro que estás pensando que ese beso frío y distante de cortesía que te deja como si no existieras se puede colocar en la categoría de fingido. Aquí yo siento decirte que no. Ese beso es sinceramente aséptico sin más, sin alardes de ilusión por verte ni apretones invasivos y, por supuesto, en él no hay nada de teatro.

Si calificáramos los distintos tipos de besos la lista sería bastante amplia, infinita, pero podemos intentar condensarlos: Los hay tiernos como bollos de leche, suaves como la brisa, sonoros como los truenos en pleno oído, con o sin abrazo (prefiero los primeros), pasionales, eróticos, al aire, virtuales, …Te propongo que completes la lista conmigo para que no se nos quede ninguno en la recámara. Creo que los besos que no damos existen pero que se nos quedan dentro en un sitio donde es difícil recuperarlos a destiempo. A veces incluso duelen, os lo aseguro.

No me considero una persona especialmente besucona pero reconozco que, de un tiempo a esta parte, me apetece más que me besen y besar. Cuando ese momento efímero y eterno ocurre, me recreo en los detalles para no perdérmelo. Me agrada entonces que todo se pare. Me callo y me dedico a besar, ese arte que aprendemos desde chicos en regazos mullidos. 

¡Silencio, está a punto de pasar! Un beso. BdB