martes, 19 de junio de 2012

Ni frío ni calor



Mujer-burbuja feliz
Hoy se ha puesto nuboso y no me extraña, el tiempo también tiene derecho a estar algún que otro día melancólico. De todas formas hace calor, calor murciano del bueno. Lo normal por estas tierras es que luzca el sol y lo sorprendente es que no esté bien visible ahí arriba. A los murcianos nos gusta ver al astro rey y sentirlo pero, eso sí, estando bien pegaditos a un buen aire acondicionado.

Como no podemos controlarlo, negamos el tiempo, al igual que hacemos con otras muchas cosas. Lo etiquetamos como bueno o malo y queremos que se adapte a nuestra temperatura corporal sin más, porque sí. Nos creemos termostatos andantes. Si tengo calor, frío, llueve, hace aire entonces el día es horroroso, como si el pobrecito tuviera la culpa de algo.

Ahora no podemos transpirar porque perdemos el glamour cuando aparecen esas antiestéticas manchas en la ropa. Alcanzamos extremos curiosos, antiecológicos y de juzgado de guardia: ir en invierno de manga corta y en verano con una manguica para andar por casa. Sinceramente no lo entiendo. Cada vez nuestro termostato es más exigente y nos incomoda que no sea siempre un perfecto día de primavera. Entonces las conversaciones se dirigen enflechadas a dar caña al tiempo. Parece que no existe nada más en nuestras vidas que la temperatura, algo totalmente incontrolable. Reaccionamos como niños a los que no se le cumplen todos sus deseos: nos cabreamos, nos ponemos tristones o irascibles, pasamos a refunfuñar y, en nuestra rabieta, no razonamos.

De seguir esto así, el ser humano involucionará perdiendo sus sistemas de refrigeración y calefacción de serie porque los estamos dejando de usar. Si una vez perdimos el vello (bueno, no todos), ¿por qué no podría pasar lo mismo con las glándulas sudoríparas, por ejemplo? Con inventar un sistema personalizado de control de temperatura, problema resuelto. Y ni que decir tiene de la erradicación de las guerras del grado arribaabajo que se dan en los espacios comunes. ¡Vamos, todo ventajas!

Los humanos no somos habitantes de primera clase en la Tierra porque aquí no hay categorías posibles, estamos todos en el mismo barco. No podemos no estar en contacto con la naturaleza pues, por mucho que la neguemos, somos ella. De nada valen los caparazones que nos aislan de nuestra esencia. Por favor, si el futuro es ser mujer-burbuja, que me quede como estoy.

lunes, 18 de junio de 2012

La primera vez


Nos configuramos sumando todas las primeras veces vividas
Siempre hay una primera vez... para todo. Últimamente, no sé si llevada por la edad que me hace mirar al pasado con otros ojos, me ha dado por recordar hechos que fueron únicos por ser los pioneros. No, no penséis mal, por supuesto que hay una "primera vez" pero, tranquilos, que no va a ser la protagonista de esta entrada.

En esas ocasiones en las que tu experiencia se regenera al descubrir algo nuevo, se produce una reacción que te despierta porque, para unos seres tan rutinarios como nosotros, lo que rompe nos descoloca y a la vez nos permite seguir aprendiendo. Es con la satisfacción de pasar a una nueva fase, con lo que se construye todo. 

A quien me conoce desde hace tiempo no le extrañará saber que fui incapaz de hablar delante de un grupo de desconocidos hasta pasados los veinte. Fue en una clase en la facultad. Ante una pregunta al aire del profesor, un resorte me hizo levantar la mano y ponerme colorada como un tomate, o incluso puede que fuera al revés. Contesté y escuché mi voz como en off, como si no fuera mía. Di la respuesta correcta y en aquel momento comprendí que tenía cosas interesantes que decir. Podría haberme callado por miedo, pero estoy segura de que esa situación me ha hecho llegar en parte hasta donde me encuentro hoy.

La primera vez que conduje fue más traumática. Era una niña pequeña porque recuerdo que aun estando de pie en el 2 CV de mi padre, mi cabeza no sobresalía por el salpicadero. No sé cómo ni por qué pero accioné el freno de mano mientras jugaba en el coche. Nos encontrábamos en el monte y el vehículo empezó a rodar dando un gran susto a mis padres que corrieron detrás de mí como posesos. Me pregunto si tal vez por eso me costó lanzarme a conducir, algo que ahora me gusta y me relaja.

Tener un hijo, el primer amor con beso incorporado, la panda de amigos, ver el mar, perder a un ser querido, ese viaje sola, ... suponen momentos iniciáticos a partir de los cuales ya no eres la misma. Entonces ya eres tú + tu circunstancia como diría Ortega y Gasset y, a partir de ahí, no hay posibilidad de retorno. Da vértigo pensarlo, ¿no?