jueves, 30 de enero de 2014

Sombra



Nuestra sombra nos persigue, y no podemos hacer nada para separarnos de ella. Algo así ocurrió en aquella civilización, por llamarla de alguna manera. La superproducción de plásticos, objetos inútiles y baterías llegó a unos extremos que no alcanzaríais a imaginar. Salía un nuevo modelo de microprocesador para potenciar la sensación de sabor en la boca y, acto seguido, todos tiraban a la basura el anterior por estar desfasado. La competencia entre compañías era tan feroz que tener se convertía en el lema que movía a la inmensa mayoría. Pero tanto despilfarro creó una gran nube de contaminación que, como toda sombra que se precie de serlo, perseguía en su movimiento a los que la habían creado: las ciudades. Los rayos del sol no podían traspasar la espesa capa de humos que envolvía al que habían dado en llamar, años atrás, el Planeta Azul. En algunas ciudades, las depresiones por no poder ver el astro rey obligaron a instalar pantallas gigantes en las calles donde se retransmitían imágenes preciosas de amaneceres y atardeceres de otras épocas.

Si se observaba desde el planeta de al lado, no se veía ni un cachito de tierra, sólo mar gris y humo que marcaba perfectamente el contorno de los cinco continentes: Amiérdica, Eurroba, Ansia, Cáfrica y Obsceanía.

La gente se echaba las manos a la cabeza, como si todo esto fuera algo nuevo, pero lo cierto y verdad es que ya se hablaba de esta hecatombe desde hacía décadas. Ahora se sabía que los poderes políticos y económicos no le habían dado importancia protegiendo así los intereses de las grandes empresas que movían el mundo a base de dinero.

Algunos empezaron a alzar la voz tras las máscaras antigás que les permitían respirar un sucedáneo del aire puro. Había que acabar con esta pesadilla cuya solución sólo podría pasar por “decrecer” y dejar de “progresar” en comodidades. Tal vez se trataba simplemente de “regresar” al pasado, donde el hombre dejaba huellas y no cicatrices en un Planeta Azul que ahora era tan irreal como los príncipes de los cuentos.
 

Nota: Las imágenes son sacadas de la prensa. Al principio se habló de que el gobierno chino estaba proyectando estas imágenes ante tanta contaminación, luego dijeron que eran parte de una campaña publicitaria. Lo que está claro es que su existencia es bochornosa y hace pensar. Por favor, pensemos pero sobre todo actuemos.

lunes, 20 de enero de 2014

Mar de fondo

Hoyos que dieron lugar a esta investigación.
 
Nunca me dijeron de dónde vienen las emociones y por qué unas veces son abruptas y otras te acarician. Pero no sabían que yo era más tenaz que los silencios, y que les iba a poner las palabras no pronunciadas.

Dicen que todos somos parte de un todo, y eso me dio la pista. Os he traído aquí las fotos que saqué la otra tarde cerca del mar. Allí descubrí esta línea de agujeros que parecen los tubos de un órgano y que provienen directamente de las profundidades del rompeolas. Al parecer se encargan de interpretar la sinfonía que el mar les dicta, expeliendo el aire con las cadencias más variadas. A veces la melodía es brava como la aMARgura, otras tan suave que calMARá. Yo estaba MARavillada al descubrir que el océano puede generar tal gama de sonidos que MARcan tu propio ritmo emocional, una vez en la superficie. Sí, su música te coge de la mano y te transporta desde la tristeza a la euforia sin moverte del sitio. El mar te llama como hace la Luna con las MAReas, hasta la orilla para que te puedas acercar a la voz del mundo. Lo que ocurre es que nos distraemos tantas veces en el ajetreo de la vida que somos incapaces de percibir la melodía que nos rodea. Perdemos infinidad de notas y ya no oímos música sino más bien ruido. Entonces no sabemos si mi-MAR y tu-MAR son lugares distintos o vasos comunicantes. Yo me quedo con lo segundo.

Y a quien piense que todo esto no tiene sentido o que me lo invento, le diré que una de las palabras que más nos gustan y necesitamos es aMAR, ¡por algo será!

Primer plano de la tristeza :-(

viernes, 3 de enero de 2014

Una tarde de verano y una despedida

No he conocido a nadie más al que le gustaran tanto los fósiles.

Nunca me dijo que leía este blog ni me habló de ello a lo largo de su larga enfermedad. Yo imaginaba que algo había visto pero no estuve segura hasta este verano.

Fue una de nuestras últimas conversaciones en el porche de casa de sus padres. Hablábamos de esto y aquello en el bochorno del medio día, rodeados de los sobrinos por los que los dos sentíamos verdadera locura. Como uno de ellos había metido la pata en clase, él dijo: “No te preocupes, todos somos perfectos, pero siempre andamos buscando ser pluscuamperfectos”. Al acabar de decirlo, me miró y, con un brillo especial en los ojos,  sugirió: "¡Anda! Esto lo puedes poner en alguno de los textos que escribes”. Me encantó que hubiera leído algo de este blog, ¡menudo regalo!

Y aquí estoy yo haciendo mi pequeño homenaje a este gran hombre que ha luchado con todas sus fuerzas hasta finales del mes de agosto. Creo que nunca le agradecí bastante que fuera a visitarme cuando me operaron hace tres años. Él tenía que estar cansado de tanto hospital pero allí estuvo, a mi lado, dando ánimos. Gracias.

La realidad no es perfecta aunque, si te paras a pensar, es desde su imperfección desde donde aprendemos. Distinguimos entonces los momentos pluscuamperfectos de los que no lo son. Agradecemos los instantes efímeros, intensos, agradables o deseados y los saboreamos como un bocado exquisito.

Yo he tenido la suerte de conocer a Marcial pero he de confesar que me han faltado muchos ratos de charla con él en los veranos que quedan por venir. Sé que la realidad ha cambiado y que ya no estará más sonriendo en el porche al vernos llegar. Lo sé. Pero lo que sucede es algo que nada tiene que ver con lo que se siente...


DEDICATORIA: Con todo mi cariño y respeto por él y por todos los que estuvieron acompañándolo. Ellos son también mi familia. Marcial me ha enseñado a ser una mejor persona con su sonrisa perenne y su mirada irrepetible. Gracias de nuevo y siempre.