martes, 21 de octubre de 2014

La música del Mundo


Aquella ninfa del río volvía a casa por el sendero al sol. Como era un día de verano, lucía un atuendo liviano y vaporoso. Yo la seguía de cerca temerosa de hacerla desaparecer. Avanzaba como flotando en el aire y sin embargo era de carne y hueso. 

De repente, para mi sorpresa, agarró un palito que, a modo de batuta, le servía para dirigir la música del Mundo. Murmuraba "¡viento sopla!” y la brisa se escuchaba con más intensidad. Movía su cuerpecillo como un director de orquesta y los pájaros, grillos y demás seres tañían, piaban, croaban al ritmo que ella les marcaba. Una linda melodía surgía entonces de entre los chopos. Yo al menos creí escucharla por primera vez. Ella respiraba tranquila y sonreía. Creo que se volvió a mirar en mi dirección y yo me oculté aún más en la maleza. Estoy segura de que me vio boquiabierta ante toda esa belleza. Yo no sabía si era ella la que hacía sonar el Mundo o simplemente me permitió por esta vez percibir su música. Lo cierto y verdad es que desde entonces el sendero del río ya no es igual o tal vez, simplemente, yo he cambiado. Y, aunque no vuelva a verla nunca más, siempre estará en mí porque es el origen de mi cambio. 


NOTA
Sorprendentemente este relato es real. Su protagonista es mi prima Ivette que con su corta edad y gran imaginación me propuso jugar a hacer música por el sendero del río Mundo de vuelta a casa. Ilusa de mí creía que íbamos a imitar el sonido de los instrumentos con la boca. Ella fue mucho más allá y dirigió, ayudada con un palito, los sonidos que nos rodeaban en plena naturaleza. Cuando un pájaro cantaba, ella le decía: ¡Muy bien pajarito!...Yo la seguía emocionada, sabiendo que ese momento era único al igual que ella. Gracias Ivette.