miércoles, 23 de septiembre de 2015

Todo y nada puede pasar

Cielo nocturno del mundo de los sueños
Cuando apareció en mi vida, no le di demasiada importancia, o eso creía. Una noche entró en mis sueños sin permiso. Por lo menos yo no lo se lo había dado de manera consciente. El mundo onírico no tiene las mismas convenciones y cualquiera puede mezclarse en uno de ellos. Así que para mí, una persona a la que le gusta tener todo bien previsto, las noches eran el sitio ideal para soltarse la melena.

Se acercó y me cogió la mano, como el que toma un pájaro, y yo me dejé hacer. Los sueños es lo que tienen, todo es perfecto y admisible. No sé si me susurró algo al oído y, cuando me di la vuelta, nos besamos sabiendo que era un momento único, de esos que tal vez no llegues a vivir realmente nunca. Fueron unos segundos que, al despertar, me mantuvieron todo el día con su sabor en los labios.

Cuando lo volví a encontrar la noche siguiente, le dije tímidamente sin mirarlo a los ojos:
- Anoche estuviste en mis sueños.
- Lo sé y me gustó.
- A mí también, volví a decir.
Esta vez había tenido un sueño por capítulos y en la segunda parte fuimos incapaces, aun estando en esa tierra sin ley, de volver a besarnos. Paseamos entonces de la mano, dichosos de saber que allí teníamos un lugar común en el que cualquier cosa podía pasar, si así lo queríamos ambos.

Fotografía: BdB

domingo, 6 de septiembre de 2015

La magia del movimiento

Viento en acción
¿Te has parado a apreciar alguna vez el magnetismo del movimiento creado por el viento? Sin querer, realza la belleza de lo que nos rodea, e incluso nos hace fijarnos en la vaporosidad de las cosas, en que son más livianas de lo que nos creemos. Puedes sentir su olor que a veces viene de lejos y ha sido traído con esmero por varios vientos que, a modo de cadena, se empeñan en que huelas a azahar o al perfume de la persona que amas. Sin darse cuenta, es capaz de traer el pasado a bocanadas, y tú no puedes hacer otra cosa que viajar con él a lugares tan insospechados como tu infancia.

Gracias al viento una pequeña mariposa es capaz de crear su efecto y hacer que todo empiece a moverse. Quién sabe si la tormenta de esta mañana no ha sido provocada por una de ellas. No, no la culpo, se lo agradezco. Despertarse oyendo llover y oliendo a tierra mojada es un lujo que no se puede tener todos los días, y menos por estas comarcas del sur.

Me vienen a la mente, a esa parte que escoge los retazos con movimiento en mi memoria, la sinuosidad del cabello a la orilla del mar, las olas que mecen la luna, o incluso la ropa tendida, esa que huele a madre. O su infinita creatividad cuando moldea las nubes haciendo del cielo un cuadro inacabable, que no puedes dejar de mirar.

Sentir el viento en la cara te inunda, dándote la vida como al bebé recién nacido. A veces dan ganas de gritar y otras de callar enmudecido porque no hay palabras. Ser viento en el viento, simplemente.


Fotografía: BdB