A veces me pregunto si no se podría medir también nuestra tasa de miedo al igual que los niveles de otras sustancias en nuestro organismo. Estamos todos de acuerdo en que conducir bajo los efectos del alcohol, por ejemplo, debe estar penado porque afecta nuestra capacidad de reacción, hasta ahí todo bien. Pero yo iría más allá, ¿somos capaces de actuar con autocontrol ante situaciones que nos producen miedo? Tres respuestas frente a ellas son posibles: Atacar, quedarse paralizado o huir, como lo haríamos ante cualquier peligro real. No obstante, son tantas las veces en que ese monstruo feroz que nos aterra no está más que en nuestra cabeza que la mayoría de nuestras reacciones nacen de un impulso incontrolado, de una respuesta automatizada a lo largo del tiempo. Todo está preparado en nosotros para que nuestro cerebro actúe lo más rápidamente posible y nos salve en las situaciones peligrosas. Pero, ¿puede alguien decirme qué tiene de peligroso salir a la calle, un insecto volador o una serpiente? Parece increíble que exista tanta gente con dificultades para llevar una vida normal por el simple hecho de no poder razonar y apaciguar sus miedos.
Desde pequeños se nos previene de todas las amenazas que podrían poner en peligro nuestras vidas e incluso, a veces, se inventan riesgos ficticios para tener a los niños controlados (el lobo, el médico, el policía). Meter el miedo en el cuerpo es algo que ha estado de moda y que ha hecho mucho daño a la sociedad y a cada uno de nosotros.
No sé si habéis visto la película de dibujos "Kirikou et la sorcière". En ella, el protagonista, un niño muy valiente, debe ir a los alrededores de la casa de la bruja para recoger unas flores que podrán salvar a su madre. Hay un amigo que le pregunta si no tiene miedo y él, muy tranquilo y convencido, le responde: "Sí, pero eso no es una razón". La verdad es que el miedo está dentro, no fuera y la única manera de ahuyentarlo es hacerle frente, dar la cara y mostrarle que fuera sólo hace un día estupendo y nada nos lo va a estropear.
Desde pequeños se nos previene de todas las amenazas que podrían poner en peligro nuestras vidas e incluso, a veces, se inventan riesgos ficticios para tener a los niños controlados (el lobo, el médico, el policía). Meter el miedo en el cuerpo es algo que ha estado de moda y que ha hecho mucho daño a la sociedad y a cada uno de nosotros.
No sé si habéis visto la película de dibujos "Kirikou et la sorcière". En ella, el protagonista, un niño muy valiente, debe ir a los alrededores de la casa de la bruja para recoger unas flores que podrán salvar a su madre. Hay un amigo que le pregunta si no tiene miedo y él, muy tranquilo y convencido, le responde: "Sí, pero eso no es una razón". La verdad es que el miedo está dentro, no fuera y la única manera de ahuyentarlo es hacerle frente, dar la cara y mostrarle que fuera sólo hace un día estupendo y nada nos lo va a estropear.