jueves, 2 de mayo de 2013

Lejos


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Nos hemos alejado de lo que somos, me lo dijo ayer un pajarito. 

Me levanté al alba y llovía, una de esas lluvias aterciopeladas que acaricia lo que toca. Entonces, en un charco improvisado, lo vi. Danzando en un ritual de purificación, el mirlo zambullía su cuerpo en el agua recién caída, una y otra vez. Para él aquello era el cielo en el que mirar su reflejo y lavar sus plumas cansadas. Bailaba para recibir el día. Era el niño que se da el primer baño del verano en el mar y juega sin más con las olas. Para él, son siempre nuevas aunque se repitan desde el origen de los tiempos.

Allí estaba, sin importarle que lloviera, que el charco fuera a desaparecer, que hiciera frío o que el día intentara abrir los ojos de la ciudad que aún dormía. Era la naturaleza en estado puro y yo simplemente tomaba un té resguardada en la cocina.