domingo, 30 de diciembre de 2012

En construcción


Después de un día sin hablar me apetece escribir. A veces estoy tan hacia afuera que me cuesta mirar lo que pasa dentro. En esos días tan sólo doy pequeñas pinceladas y remozo los desconchados más evidentes como un chapuzas en uno de sus mantente-mientras-cobro y a correr. No quiero ver que a veces los cimientos no son tan sólidos como se podría esperar, que hay pequeñas grietas que duelen y que calmo con bálsamos reparadores que difícilmente cicatrizan. Allí, de obras y sin casco, intento levantar tabiques de colores que separen los estados de ánimo más variados: azul, el sosiego; verde, la esperanza; naranja, la rabia; lila, la nostalgia...

Me encuentro a veces con muros infranqueables que me impiden ver al otro lado y no tengo escalera para asomarme. Me construyo entonces una escala con lo que pillo: recuerdos trenzados, soga de emociones, hilos de sueños y así, poco a poco, llego arriba y descubro otro estadio de mí misma que nunca me había planteado Son esos pequeños retos los que me mantienen con la paleta en la mano dispuesta a ponerme a la obra en cualquier momento. Pero no siempre hay que reparar, a veces basta con derribar para acceder a un recibidor donde descubro muchas puertas que puedo permitirme abrir despacio, a mi ritmo. Incluso puedo negarme a abrirlas y tampoco pasaría nada. Yo decido.

La llave de todo este entramado no tiene copia posible y no se puede acceder a él de cualquier modo. Digamos que es un laberinto que se va construyendo a la vez que se va recorriendo. ¿La salida? Si la hubiera descubierto ya, no estaría ahora mismo escribiendo esto.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Al galope


A veces el ritmo diario me desborda. La riada me lleva al galope por entre los charcos que no llegan ni siquiera a mojarme porque no doy tiempo al agua a que me toque. Una cosa, otra, un pensamiento enmarañado que me lleva a otro que no tiene nada que ver con el primero y que, sin embargo, me parece de lo más lógico. Soy una y mil a la vez, me fracciono y me difumino. 

Una buena costumbre que llevo ya tiempo practicando es pararme de vez en cuando a dejar que el agua me moje. Me dejo impresionar por los sentidos y guardo fotogramas en mi retina por su simple belleza : un gesto imperceptible que hace que seas más tú, una palabra dicha en el momento justo,... Una galería de fotogramas impregnados de olores, sabores, sonidos, colores, emociones que almaceno y que me gusta evocar al final de la jornada. Es mi álbum particular imposible de reproducir o compartir con los demás porque no es material. Si cabe, sirve para dibujarme una ligera sonrisa y proporcionarme un remanso de tranquilidad breve pero intenso.

Últimamente mi colección se ha quedado estancada por la premura de los días y noto que acumulo semanas idénticas las unas a las otras, como trofeos deslucidos en mi azotea. Voy al galope con los ojos cerrados y me gusta más cuando, yendo al paso, me permito recrearme en esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

Imagen: Imposible encontrar el autor, lo siento.

domingo, 7 de octubre de 2012

Pequeñez estrellada

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 Hay tanto espacio y somos tan pequeños. Hoy, mirando el cielo estrellado, he sido consciente de lo diminuta que soy y de la importancia tan exagerada que doy a todo lo que hago. He sentido por unos instantes un vértigo mental que me ha hecho caer en la cuenta de que mi existencia es tan sólo algo más que sucede en la naturaleza. No soy diferente de ella y en cambio me creo el centro. Respiro, me muevo, toco pero el aire, la tierra y la materia no se diferencian en nada de mí. Estoy hecha de los mismos elementos químicos que un buen día estuvieron en otro ser, en otro objeto y que seguirán aquí cuando yo me vaya. Simplemente tengo la conciencia y los sentidos que me hacen de filtro para creerme un ser totalmente independiente. ¡Qué equivocada estoy y qué bien me ha venido levantar la cabeza y ver con otros ojos más grandes y abiertos las estrellas! Todo se relativiza porque ¡soy tan pequeña y hay tanto espacio ahí fuera!...

sábado, 29 de septiembre de 2012

Son del mar

Foto de César Cerón

A principios de septiembre volví a participar en Enhebrados, un blog que sigue creciendo y cuya hebra llega cada vez más lejos. Mi enhorabuena desde aquí a César y Paco que tuvieron esta magnífica idea y que, con su dedicación, siguen haciéndola posible. Por supuesto, felicito también desde aquí a todos los que dejan su pequeño pespunte en este blog que se va cosiendo día a día. Tiene tanto magnetismo que estoy enganchada a él y es raro que no saque unos minutos para leer la entrada nueva de cada día.

Os pongo el primer párrafo para que ir haciendo boca: 

"Las reservas de calor para el verano se estaban agotando y en el poblado nos preparábamos para el cargamento de frío que se avecinaba. Los mayores habían trabajado duro guardando provisiones para el invierno. El mar era nuestro recurso natural y a él le dedicábamos las dulces noches del verano para sacar los víveres que luego salábamos al sol." (...) (Si te apetece leerlo, pincha aquí).

martes, 4 de septiembre de 2012

En Provenza


Recuerda la mañana sumida en un sueño pegajoso que le impedía reconocer sus ideas. Abrir los ojos era algo que ni se planteaba y prefería seguir rezongando en la cama, mascullando pensamientos inconexos para buscarles un sitio en el día que empezaba. La Provenza con su color lila le hacía soñar con vidas que no eran suyas pero que podía dirigir acurrucada en la cama.

Había llegado allí huyendo de sí misma y aún no quería reconocer que la distancia no podía separarla de su propio centro. Sola, buscaba la compañía de unos fantasmas que se empeñaban en hacerle daño y no quería sufrir. ¡Ya había estado bien, iba sobrada!

Este viaje fue iniciático para ella porque nunca había estado sola y no había aprendido a escucharse. Sumida siempre en el bullicio que provoca la gente que le rodeaba, llegó a pensar que los tiempos de soledad eran aburridos. Simples transiciones para llegar a un acto nuevo en una obra de teatro en la que ni siquiera era protagonista.

Esa mañana empezó a oír una voz que no sabía muy bien de dónde procedía. Era cálida y a la vez apagada como la de una niña que, después de intentarlo repetidas veces, sabe que no le van a hacer caso pero se guarda el derecho al pataleo. Le decía: “Escúchame y te escucharás, soy yo y soy tú”. “Los ansiolíticos” pensó y se dio la vuelta en la cama. A pesar de que su acción hacía tiempo que había pasado, sentía aún su efecto placebo. De todas formas sonrió al oír a alguien tan desvalido como ella. Si tenía una voz, no podía ser muy diferente de aquélla. Pero ella nunca se había parado a mirarse en el espejo y ver así lo que llevaba dentro, impreso en la mirada y en el corazón. De alguna manera sabía que esa voz había estado ahí desde siempre y ella la había acallado por miedo a no comprenderla o a que no le gustara lo que encontrara.

Pero esa mañana de primavera allí estaba acompañada de una sensación diferente que le hacía cosquillas en el estómago. Inexplicablemente se encontraba mejor. Era como uno de esos (re)encuentros fortuitos con alguien que te cae bien. En ellos muchas veces no sabes muy bien lo que decir pero luchas con todas las argucias posibles para que no acabe: balbuceas preguntas, cuentas anécdotas o planeas encuentros futuros...

¿Estás ahí, mi niña?” le dijo y la voz le contestó: “No puedo no estar. Mira a través de mis ojos y verás como yo, no como te han dicho que veas”.

Entonces abrió los ojos por fin y descubrió la luz del sol que entraba tímidamente en la habitación acompañada de la brisa de la campiña francesa, mezcla de lavanda y vida. Por primera vez después de muchos meses sonrió desde el corazón y se sintió un poco más fuerte y segura y dijo mientras se desperezaba: “Buenos días vida, buenos días yo”.

jueves, 23 de agosto de 2012

Enhebrados

Imagen de César Cerón
"Enhebrados" está entre mis blogs favoritos desde el primer día que me enteré de su existencia por mi querido amigo César Cerón. Lo que no me podía ni imaginar era que se me iba a brindar la oportunidad de escribir en él. Pues así ha sido y me siento muy afortunada.

La idea que originó "Enhebrados" era sencilla. En sus propias palabras "es un blog mestizo, un trabajo colectivo donde, en formato de microrrelatos, se hacen lecturas de obra visual. La energía que impulsa este proyecto tiene como objeto recuperar la esencia del trueque, el compartir experiencias simplemente porque sí, porque nos da la gana". Lo firman César Cerón y Paco Borrego y las colaboraciones van creciendo cada día. No os lo podéis perder. Un gustazo para la vista y la lectura, os lo aseguro.

Un buen día esta foto de César me llega al correo e, inevitablemente, una historia se desprende de ella sin más porque sus imágenes son evocadoras y hablan por sí solas. 

Como me encanta el texto que escribe César para presentarlo en Facebook os lo transmito también: "Ya sabíamos que nuestra hebra puede recorrer distancias realmente notables. Ahora, en su primera aportación a Enhebrados, Luz Calero nos recuerda que, además, la hebra también puede incluir dosis de amor de medidas incalculables".

Espero seguir hilvanando historias en este blog. Hasta entonces, os dejo con "De vuelta". http://enhebrados.blogspot.com.es/2012/08/de-vuelta.html.

martes, 14 de agosto de 2012

Pensamiento


"El miedo sólo nos impide hacer aquello para lo que no nos sentimos hábiles. Si franqueamos esa barrera, saldremos realmente reforzados y colonizaremos poco a poco unos centímetros más de libertad."

lunes, 13 de agosto de 2012

La sombra del bambú es alargada

El bambú y yo

De repente me di cuenta de que mi viaje a Francia de la semana pasada tuvo su origen en hechos totalmente inconexos entre sí pero que se encadenaron unos a otros con un único fin. Quizás todo empezó con un trabajo que surgió en mitad del verano hace dos años y con un sí como respuesta o a lo mejor todo tuvo su origen antes, no sé. 

El caso es que, después de haber deseado visitar un verdadero bosque de bambú, me encontraba en uno que, para colmo, estaba situado en un país por el que siento verdadera debilidad. Lo que me produjo ponerme a la sombra de bambúes de más de veinte metros era algo muy cercano a lo que me había imaginado y aun así me sobrecogió. No me preguntéis de dónde viene mi querencia por esta planta tan poco habitual por estas tierras ya que es inexplicable. Mi vínculo con él es totalmente circunstancial, pura curiosidad de una internauta que viaja sin rumbo por la red y se topa con una foto del bosque de sus sueños más ancestrales: fresco y acogedor, dejando pasar la luz justa para embellecerse aún más y potenciar un verde perfecto.

Cuando un buen día creé este blog, el nombre me vino con tanta contundencia y rapidez que no lo dudé ni un segundo. Después de visitar la Bambouseraie de Anduze me han quedado claras dos cosas: primero, sigo sin saber por qué me gusta tanto el bambú y segundo, estoy segura de que volveré a internarme en otro bosque pero esta vez en Japón o China. Si sigo escribiendo en este blog, os lo mostraré.

martes, 3 de julio de 2012

Decidir


Siempre se ha dicho que cuando una puerta se cierra hay otra que se abre. Y, si os digo la verdad, no sé si se trata simplemente de un engañabobos pero, como tiene que ver con lo que quiero escribir, ahí queda. 

Estos últimos días he tenido que ser yo la que he cerrado puertas que estaban listas para ser franqueadas. Todo esto me ha hecho pensar mucho en las decisiones que hasta que no se toman se llaman indecisiones e incluso, en algún momento fugaz de lucidez, vuelven a recuperar  su nombre. 

Cuando se trata de cosas materiales, digamos que no resulta demasiado complicado, pero la dificultad crece de manera exponencial cuando hay vínculos afectivos de por medio. Entonces todo se mezcla creando una argamasa que no se puede desenmarañar así como así para poder ver a través de ella. La cabeza da vueltas y vueltas sin pagar entrada en ninguna atracción de feria. Empiezas a sopesar los pros y los contras que, como casi siempre andan empatados, no ayudan sino más bien emborronan. Hasta ahí todo va como se preveía y, claro, te puedes quedar en ese estadio por secula seculorum, rumiando el mismo chicle años y años.
En los casos recalcitrantes lo que funciona a veces es la intuición. Se podría definir como esas decisiones que tomas sin saber muy bien por qué pero con las que te quedas sereno, con la certeza de haber dado en el clavo. Cuanto más se practica el arte de la decisión, más confías en tu dominio de la técnica. Me maravillan las personas que lo ven todo claro y deciden con una seguridad aplastante. Mastican el chicle sólo el tiempo que le dura el sabor, magistral.

Una puerta que se cierra es igual al alea jacta est de los romanos y, a partir de ahí, cualquier cosa puede pasar, hasta incluso que se abra otra. 

Imagen:  Lucy Nieto "Mosaico de Puertas II" http://www.flickr.com/photos/lucynieto/2770891955/sizes/l/in/photostream/ CC BY-NC

martes, 19 de junio de 2012

Ni frío ni calor



Mujer-burbuja feliz
Hoy se ha puesto nuboso y no me extraña, el tiempo también tiene derecho a estar algún que otro día melancólico. De todas formas hace calor, calor murciano del bueno. Lo normal por estas tierras es que luzca el sol y lo sorprendente es que no esté bien visible ahí arriba. A los murcianos nos gusta ver al astro rey y sentirlo pero, eso sí, estando bien pegaditos a un buen aire acondicionado.

Como no podemos controlarlo, negamos el tiempo, al igual que hacemos con otras muchas cosas. Lo etiquetamos como bueno o malo y queremos que se adapte a nuestra temperatura corporal sin más, porque sí. Nos creemos termostatos andantes. Si tengo calor, frío, llueve, hace aire entonces el día es horroroso, como si el pobrecito tuviera la culpa de algo.

Ahora no podemos transpirar porque perdemos el glamour cuando aparecen esas antiestéticas manchas en la ropa. Alcanzamos extremos curiosos, antiecológicos y de juzgado de guardia: ir en invierno de manga corta y en verano con una manguica para andar por casa. Sinceramente no lo entiendo. Cada vez nuestro termostato es más exigente y nos incomoda que no sea siempre un perfecto día de primavera. Entonces las conversaciones se dirigen enflechadas a dar caña al tiempo. Parece que no existe nada más en nuestras vidas que la temperatura, algo totalmente incontrolable. Reaccionamos como niños a los que no se le cumplen todos sus deseos: nos cabreamos, nos ponemos tristones o irascibles, pasamos a refunfuñar y, en nuestra rabieta, no razonamos.

De seguir esto así, el ser humano involucionará perdiendo sus sistemas de refrigeración y calefacción de serie porque los estamos dejando de usar. Si una vez perdimos el vello (bueno, no todos), ¿por qué no podría pasar lo mismo con las glándulas sudoríparas, por ejemplo? Con inventar un sistema personalizado de control de temperatura, problema resuelto. Y ni que decir tiene de la erradicación de las guerras del grado arribaabajo que se dan en los espacios comunes. ¡Vamos, todo ventajas!

Los humanos no somos habitantes de primera clase en la Tierra porque aquí no hay categorías posibles, estamos todos en el mismo barco. No podemos no estar en contacto con la naturaleza pues, por mucho que la neguemos, somos ella. De nada valen los caparazones que nos aislan de nuestra esencia. Por favor, si el futuro es ser mujer-burbuja, que me quede como estoy.

lunes, 18 de junio de 2012

La primera vez


Nos configuramos sumando todas las primeras veces vividas
Siempre hay una primera vez... para todo. Últimamente, no sé si llevada por la edad que me hace mirar al pasado con otros ojos, me ha dado por recordar hechos que fueron únicos por ser los pioneros. No, no penséis mal, por supuesto que hay una "primera vez" pero, tranquilos, que no va a ser la protagonista de esta entrada.

En esas ocasiones en las que tu experiencia se regenera al descubrir algo nuevo, se produce una reacción que te despierta porque, para unos seres tan rutinarios como nosotros, lo que rompe nos descoloca y a la vez nos permite seguir aprendiendo. Es con la satisfacción de pasar a una nueva fase, con lo que se construye todo. 

A quien me conoce desde hace tiempo no le extrañará saber que fui incapaz de hablar delante de un grupo de desconocidos hasta pasados los veinte. Fue en una clase en la facultad. Ante una pregunta al aire del profesor, un resorte me hizo levantar la mano y ponerme colorada como un tomate, o incluso puede que fuera al revés. Contesté y escuché mi voz como en off, como si no fuera mía. Di la respuesta correcta y en aquel momento comprendí que tenía cosas interesantes que decir. Podría haberme callado por miedo, pero estoy segura de que esa situación me ha hecho llegar en parte hasta donde me encuentro hoy.

La primera vez que conduje fue más traumática. Era una niña pequeña porque recuerdo que aun estando de pie en el 2 CV de mi padre, mi cabeza no sobresalía por el salpicadero. No sé cómo ni por qué pero accioné el freno de mano mientras jugaba en el coche. Nos encontrábamos en el monte y el vehículo empezó a rodar dando un gran susto a mis padres que corrieron detrás de mí como posesos. Me pregunto si tal vez por eso me costó lanzarme a conducir, algo que ahora me gusta y me relaja.

Tener un hijo, el primer amor con beso incorporado, la panda de amigos, ver el mar, perder a un ser querido, ese viaje sola, ... suponen momentos iniciáticos a partir de los cuales ya no eres la misma. Entonces ya eres tú + tu circunstancia como diría Ortega y Gasset y, a partir de ahí, no hay posibilidad de retorno. Da vértigo pensarlo, ¿no?