jueves, 8 de diciembre de 2011

Una mujer

Microrrelato

La mujer que llora. Picasso 1936
Aquella noche había bebido demasiado. De vuelta a casa los pies le pesaban como losas y sus movimientos hacía rato que habían dejado de ser gráciles. Mientras subía las escaleras de su apartamento de Nueva York, la princesa se convirtió en cenicienta de nuevo. Al abrir la puerta y verse reflejada en el espejo de la entrada se le vino el mundo encima. Su rostro ya no era el de la jovencita de hace años, ni su cuerpo lucía tan bien ese vestido ajustado que marcaba ahora líneas que antes no existían. De repente se sintió ridícula, ¡cómo podía ser tan ilusa una y otra vez! En el fondo sabía que, aunque ella se veía igual que hace años, había dejado de ser la mujer que llamaba la atención a su paso. En su mente sus aventuras amorosas se encadenaban unas con otras y, al mezclarse, le provocaban un sabor agridulce que le des/agradaba. Era duro para ella notar que las miradas de los hombres se dirigían ahora a otras y que para ellos había empezado a ser simplemente la confidente de sus deslices.

Ya en su habitación, acompañada tan sólo por el alcohol que se negaba a esfumarse, rompió a llorar mientras dejaba caer al suelo aquel maldito vestido constrictor. Lloró y, conforme lo hacía, le venían sin cesar imágenes de la velada en las que se veía a sí misma desde arriba, como con una cámara cenital. ¡Se encontraba tan patética riendo, bailando y aparentando ser el centro de la fiesta! 

De aquella noche quedaron dos testigos mudos: el rímel a modo de graffiti en las sábanas y cierto olor a tristeza en su mirada.


2 comentarios:

  1. Nos rêves, réparent et expliquent parfois la vie.

    Roger

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  2. ¡Ja ja ja! Eso nos pasa a nosotras, ya sabes que en todas las cenas comentamos lo bien que estamos.
    Nos vemos mañana.
    Un beso.

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