martes, 6 de marzo de 2012

Como Bambú

Microrrelato

«Cuando conseguí acallar mi mente, fui capaz de escuchar el silencio y confundirme con él. Perdí la sensación de corporalidad: no frío, no calor, no latidos. Sólo la inmensidad y yo o yo-inmensidad» le decía el maestro a su discípulo. Aquel pequeño Buda, con la cabeza rapada y el brillo de todos los soles concentrado en los ojos, no comprendía pero estaba tan atento que nadie hubiera dicho lo contrario. Sus esfuerzos por entender le hacían parecer mayor envuelto en aquellas telas de vivos colores que lo desdibujaban entre sus pliegues. 

Desde que ingresó en el monasterio, 竹(**) había despuntado por su inteligencia y humildad. Se adaptaba a la rutina estricta de los monjes y no lloraba, entre mantra y mantra, como solían hacer a escondidas los otros novicios. Sorprendentemente parecía sonreír siempre, en un estado de concentración que causaba la admiración de los que lo rodeaban. Había aprendido muy bien a ser como el bambú, flexible y fuerte a la vez, que no llega nunca a romperse y recupera, tras la tormenta, su elegancia natural, como si nada. 

La primera lección, la que decía: «En el río, sé agua» la comprendió al instante porque su cuerpo diminuto sabía lo que era pasar a través de los espacios más reducidos para encontrar comida para los suyos y salir de nuevo sin ser visto, como si nada. Además, aunque tampoco entendía muy bien lo que hacía entre aquellas columnas maldurmiendo y despertando a deshoras, decidió que siendo agua se estaba mejor que convertido en bloque de hielo. Se estaba más caliente en invierno y siempre encontraba algo que llevarse a la boca gracias a la generosidad de las buenas gentes. 

Ser el menor de los hermanos varones le brindó esta oportunidad y cuando le salió al paso, él, sin pensarlo y sin saber lo que cambiaría su vida, se dejó convencer a la primera porque cualquier cosa era mejor que nada. No se tiene miedo cuando queda poco que perder y cualquier brote de hierba se confunde con una primavera entera.

No recibir noticias de su familia en aquella montaña donde lo único que llegaba a veces era el eco, no le preocupaba y, como no se podía permitir desperdiciar los pocos ratos de sueño de cada día, cuando caía en su jergón, simplemente dormía, como si nada.

Al cabo de los años, olvidó el regazo de su madre y el olor de la lumbre en el pelo enmarañado de sus hermanos e incluso sus caras familiares pasaron a ese lugar de la memoria en el que los recuerdos dejan de existir. Pero Take siguió dejándose mecer por el viento, como si nada.


(**) En japonés: Take (Bambú)

Imagen de luispabon titulada "Sin vértigo" http://www.flickr.com/photos/luispabon/1341776149/sizes/s/in/photostream/CC BY-NC-SA 

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