Y allí estaba yo en mitad de un sueño que no era el mío. Sentía cuerdas
invisibles que me movían y me llevaban de un sitio para otro sin
preguntar. Un deseo irrefrenable me corroía por dentro cuando, al pasar
ante mí algo que realmente me apetecía hacer, notaba un tirón que me
apartaba el bocado de los labios. Yo me decía que no era el momento, que
el guión no hacía concesiones o que no me podía salir del papel.
Ser el
sueño de otro era una tortura. Me decían que así era todo más sencillo
porque no había que pensar ni tomar decisiones. Continuamente salían de mi boca
síes que se me atragantaban y formaban un nudo imposible de deshacer.
Me sentía como esa niña a la que sus padres le hacían repetir una y otra vez la misma monería ante cualquiera para que vieran lo lista que era.
"No importa que no te apetezca, decían, tú eres una niña buena y como tal
has de actuar". Y actuaba, claro que actuaba. Estaba a punto de ganar un
Óscar por toda una carrera dedicada a la interpretación cuando, de
repente, dije NO por primera vez. Un NO rotundo de esos que cuesta
pronunciar y en los que no cabe la menor duda. Aquel día, sin saber
cómo, oí por fin mi voz y me gustó. Tuve que pronunciar un NO
para decirme SÍ.
Imagen: Desconozco el autor de la foto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario