martes, 8 de noviembre de 2016

La fotografía y yo

En plena faena


Cuando hago una foto de la que me siento especialmente satisfecha, me sorprendo muchas veces pensando que quizás no habrá otras, que desde ese momento no voy a ser capaz de encontrar más imágenes bellas. Es como tener miedo a que se me desgaste el ojo fotográfico, la creatividad y el disfrute de esos segundos que ya no se repetirán. Sé que es ilógico pero, por otro lado, pienso también que, del mismo modo que capté la primera instantánea, así de repente, puede que me desconecte de un momento al otro de la siguiente foto y no haya un después. 



La verdad es que esta actividad me hace mucho más consciente de lo que me rodea y del paso del tiempo al observar cómo se mueve la luz disimuladamente, acariciando los objetos y a mí misma a su paso. Esas sesiones en las que los minutos corren más rápido que una ráfaga de fotos me hacen pensar que he encontrado mi elemento. Nado en él plácidamente perdiendo la noción del espacio de tiempo transcurrido que, en muchas ocasiones, se convierte además en un ejercicio de acrobacia para conseguir un encuadre que recoja lo que quiero. Todo ventajas.

Cuando no hacía fotos pensaba que los que las tomaban estaban perdiéndose lo que tenían delante al verlo a través de un cristal; una especie de realidad virtual o envasada. Ahora sé que se disfruta el doble o más. Estás muy presente cuando fotografías y además miras con otros ojos que, aun siendo los tuyos, ven cosas que a ti misma te sorprenden. Pero lo que me parece realmente mágico es hacer retratos. Supone una intimidad que emociona. Las personas desnudan su mirada ante el objetivo y detrás estás tú sintiendo su brillo, intensidad, inquietud, corte, fuerza, inocencia… según. Cuando fotografío a alguien le doy las gracias por permitirme hacerlo pues me parece un regalo que no se le ofrece a todo el mundo.

Hacía meses que necesitaba reflexionar sobre esto pero, como me ocupa tanto tiempo esta nueva afición, he dejado un poco abandonada la pluma. Sin embargo me doy cuenta de que estas dos actividades son complementarias para mí porque existe un lenguaje poético en las imágenes que capto, y a la vez los textos me sugieren formas, brillos, texturas. En algunas ocasiones me quedo mirando una foto y le dejo que me sugiera las palabras que le sirvan de presentación. Y no penséis que estoy loca, no. Me quedo contenta de poder conjugar ambas actividades creativas porque intuyo que me podrán acompañar siempre. 

Pienso que la vida en realidad es una ráfaga fotográfica que dura tanto como nuestra estancia en este planeta. Desde que nacemos, nuestra cámara fotográfica de doble objetivo superavanzada capta el mundo permitiendo guardar en la memoria aquellas instantáneas que resumen momentos, personas y recuerdos significativos para cada uno. Nunca ha tenido tanto sentido mi frase favorita: Somos instantes. Por ello tengo claro que seguiré captando instantáneas que no son otra cosa que fotogramas de mi propia vida. Aunque cueste creerlo, no podemos no hacer fotos cada vez que abrimos los ojos. Así pues os deseo un feliz y largo safari fotográfico.

Primer intento de foto artística con el móvil, año 2013.
                 

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