miércoles, 17 de agosto de 2011

Castillos en el aire

Microrrelato

No podía evitar pensar en él. Desde hacía tiempo andaba un tanto preocupada al temer que se convirtiera en una obsesión de las peores. Sí, una de ésas que creías tan sólo a flor de piel y que acaban enquistándose en lo más profundo sin darte ni cuenta. 

Hacía meses que se decía, “basta, deja de hacer castillos en el aire, algo así sería más difícil que vivir en uno de ellos”. Sin embargo, en su pensamiento él siempre ocupaba, al menos, el telón de fondo de cualquier escena. Le pasaba como cuando no le venía una palabra en el momento preciso. Entonces sabía que su buscador personal Moogle seguía en alerta hasta que la encontraba, tardara lo que tardara. Mientras tanto podía hacer lo que quisiera, porque nada era capaz de interferir en ese proceso imparable. De repente a las horas, le llegaba la dichosa palabra, sacada directamente de lo más profundo de su memoria, y se alegraba al saber que siempre había estado ahí (al igual que él).

Tenía la sensación de hacer algo malo cuando fantaseaba con aquella historia imposible. Llegaba incluso a ponerse colorada cuando era descubierta en una de sus ensoñaciones porque cualquiera hubiera podido leer en su rostro que estaba enamorada. Y es que, ¡había frenado tantas veces su pensamiento en seco para no construir los dichosos “castillos aéreos”…! No conseguir controlarlo le hacía verse tan débil y culpable como cuando la pillaban a una con las manos en la “argamasa”. 

Aquel reencuentro después de algunos meses sin verlo fue especial. Se abrazaron sin pensar en lo que les rodeaba, con la intensidad de una despedida para siempre. Cuando, en ese momento de confusión que precede a las emociones fuertes, intentaron darse los besos de rigor, de repente sintió la tibieza de sus labios sobre los suyos. Y el tiempo se paró y lo repitieron una y otra vez con la inocencia del primer beso. Entonces le dijo todo que había guardado en su corazón: los sueños en los que él aparecía casi todas las noches, las miradas sin que él se diera cuenta, los e-mails que le había escrito y que se acumulaban olvidados en la carpeta borradores de su correo,… Y que, aunque sabía que se trataba de un sueño como otra noche más, había decidido que no podía ni quería evitar pensar en él…

1 comentario: