|
Información hasta en la sopa |
Cuanto más pienso en todo lo que hay para leer en libros, revistas e internet, más increíble me parece que ahora estés dedicando un poco de tu tiempo a la lectura de este blog. Todo está tan diversificado que la capacidad de elección a veces se queda bloqueada por no saber qué carta escoger. La información que nos desborda nos hace vernos pequeños ante esa infinidad de posibilidades abrumadora a la vez que dueños de nuestras decisiones. Digamos que ya no tenemos que ir todos por el mismo sitio y que incluso podemos crear nuestro propio espacio en la red para colgar lo que nos venga en gana y compartirlo (o no). Se ha llegado a la máxima especialización, al más mínimo detalle y en algunas ocasiones resulta complicado encontrar lo que quieres. A todos nos ha pasado que de repente llegamos a sitios y no sabemos qué idea o página nos ha conducido hasta allí. En momentos así te sientes como si un Ali Babá cualquiera hubiera dicho la palabra mágica que te permitiera acceder a su guarida por arte de birlibirloque. Navegar por el ciberespacio es tan variable y voluble como nuestro pensamiento, una cosa te lleva a la otra, en una relación de ideas erráticas que pierde el hilo a menos que te descuides o te pares a mirar. Lo maravilloso de estos paseos sin brújula es que te sientes como un explorador de los de antes, de ésos que se iban a descubrir las Américas sin mapa y con toda la capadidad de sorpresa intacta.
Cuando has recorrido un camino en la red y has encontrado eso que buscabas (o tal vez no, pero que por lo que sea te ha gustado), lo mejor es marcar la ruta de acceso con miguitas de pan como en el cuento por miedo a perderla. Como solemos desconfíar de nuestra memoria ante esas direcciones complicadas, pues creemos que no nos dan las neuronas para tanto, cogemos y las guardamos en favoritos. Aquí es donde viene lo peor del caso ya que esa lista es tan larga que la nueva ruta vuelve a disiparse y nunca más se supo. Haría falta otro prospecto donde te recordaran para qué vale cada página, cuándo conviene abrirla y sus posibles efectos adversos, si los hubiere.
Tengo que decir aquí que yo me pierdo tantas veces que preferiría decir que me dedico más bien a vagar. Sencillamente me gusta la sensación de ir sin rumbo, teniendo como único radar mi intuición para elegir en cada momento y a cada paso. A veces te sorprende que lo que encuentras a lo mejor ni siquiera lo has buscado y viene a darte justo la respuesta a alguna cuestión que te ronda la cabeza.
Si te paras a pensar, que hayas llegado hasta aquí en tu lectura es una decisión muy difícil para ti y a la vez algo muy halagador para quien escribe. Gracias. Una última cosa, cuando salgas ahora del blog, por favor, ¿te importaría dejar la puerta abierta para que puedas volver a entrar sin tener que llamar?
Me alegra haberte encontrado, aunque me hayan guiado en el camino. Entraré sin llamar, ¡por supuesto!
ResponderEliminarPilar