Me muevo sobre una superficie líquida que permite a los demás y a mí misma deslizarse sobre ella o bien sumergirse. Hoy imaginaba que ésa era mi vida, el espejo de un lago, un mar tranquilo unas veces y revuelto otras. Esta imagen me ha venido a la mente cuando me despedía de alguien con quien había compartido una charla estupenda. En el momento del adiós me daba pena que se marchase de mi vida, aunque fuera por unas horas, días, semanas, no importa. Desde ese lugar imaginario en que yo estaba veía como un bonito pez de colores se zambullía en el agua a mis pies y desaparecía de mi vista. Mientras se alejaba, las ondas de su impacto en el agua me mecían y me recordaban que esa pezsona había estado a mi lado.
Los encuentros, ya sean fortuitos o programados, siempre me han producido sorpresa y me han maravillado. Recuerdo que unos de mis sueños de niña era precisamente esto que cuento: remaba en una barca en mitad de un lago y del agua surgían peces voladores que me dejaban boquiabierta. Nunca sabía por dónde iban a irrumpir, pero eso era lo que realmente le daba su punto mágico e inquietante. Cada salto de uno de aquellos peces brillantes y luminosos me provocaba la misma admiración, una y otra vez. Lo cierto y verdad es que hasta bastantes años después nunca tuve la ocasión de ver algún salto aislado parecido en un pantano. Si voy más allá tengo que confesar que aún hoy no sé si esos peces existen o los creé tan sólo para mi sueño.
Es curioso que yo también me puedo sumergir cuando quiera y aparecer ante otra pezsona simplemente porque me apetece. Comparto entonces unos cuantos saltos con ella, creamos juntos nuestra propia estela única e irrepetible y, cuando queremos, nos separamos. Sinceramente no hacen falta astrolabios ni artilugios raros para orientarse en esta dimensión. A veces ocurre que precisamente los encuentros más bonitos son los que no se preparan, los que te hacen fluir en este líquido como una sirena.
Sé que no es real lo que me imagino, lo sé. Sé que los peces no vuelan, lo sé. Sin embargo no voy a dejar de soñar con ellos. ¿Nos vemos en tus sueños o en los míos?
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