domingo, 30 de octubre de 2011

Palabrapalabra Palabras

Desde que recuerdo he sentido una tremenda fascinación por las palabras, por los juegos que se pueden hacer con ellas, por lo que evocan, porque tienen magia. Cuando leo un libro, un buen libro, siento que no podría quitar ni una de ellas porque todas forman un entramado perfecto. Entonces me doy cuenta de que ese orden era el que buscaban para contar la historia, no sobra ni una coma. Lo mismo me ocurre cuando escucho un poema en el que no hay palabras separadas como tales, sino una estructura invisible que une imágenes, sentidos, pensamientos que de otro modo serían irreconciliables. Pero, si hay algo que da rabia, es cuando no recuerdas los términos exactos de una cita. Empiezas entonces a dar rodeos con explicaciones largas y tediosas para al final darte cuenta de que lo que dices es sustancialmente lo mismo pero no es en absoluto igual. Si cambias la secuencia, pierdes el encanto y parte del sentido.

Yo lo paso genial escribiendo este blog porque juego con las palabras, imagino historias, me doy la libertad de colocarlas como me apetece y, aunque a veces cuesta encontrar el final o el orden que mejor suene, no me importa. Para mí es como un puzzle que empieza con una idea vaga en la cabeza. Sé que quiero escribir sobre ello pero, hasta que no me siento como arrastrada delante del ordenador, soy incapaz de hilvanar con coherencia. Es maravillosa la sensación de encontrar las piezas en mi mente y que encima encajen. A una nube sin forma, como otros cientos de nubes que pasan por mi cabeza, si me paro a mirar, le puedo buscar el parecido con algo o modelar a mi antojo. Es igual que ese juego de niños al que todos nos hemos apuntado en alguna ocasión en cualquier tarde al aire libre. Si os soy sincera yo aún les sigo buscando el parecido a las nubes incluso estando sola.

Hay ocasiones en las que nos falta la palabra adecuada y otras en las que todas las palabras del mundo se quedarían cortas para llegar a explicar lo que queremos. Me recreo en cómo suenan las que me gustan aunque algunas nunca las pueda usar en mi vida cotidiana: candela, escafandra, anémona, Casiopea, ... Otras, al volver a escucharlas, me llevan inevitablemente al pasado, al recuerdo de alguien que allí estuvo para darle un sabor especial. Algunas han caducado y otras nacen cada día. Yo las puedo crear, como alguien en su momento hizo con las pocas que han salido en esta entrada y las que no. Las puedo mezclar en infinitas combinaciones con sentidos distintos.

Y, aunque no existen más que cuando las usamos, me resultaría difícil imaginarme un mundo sin ellas. ¿Sería algo así: ......................................................................?

2 comentarios:

  1. Y es que un mundo sin palabras da miedo y tienes razón, o al menos yo pienso lo mismo y esto lo hacen las palabricas.

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  2. Me gusta tu "palabrería" (sin sentido peyorativo) y ahora pásate por mi blog que tienes un regalo.

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