sábado, 2 de julio de 2011

Siempre conmigo

Me encanta observar a los que me rodean porque me permite comprenderlos mejor y aprender de ellos siempre algo diferente. Y me sucede, en esos ratos en que me entretengo en tales menesteres, que me imagino lo que estará pensando o sintiendo Fulanito o incluso Menganito. Lo que para mí podría suponer una situación incómoda me sorprende que sea algo maravilloso para otros y viceversa. He compartido con algunos amigos conversaciones muy profundas en lugares en los que todo te llevaba a banalizar. E incluso he mantenido charlas grises en rincones de tanta belleza que no me podía creer que el otro al mirarlo no sonriera sin más, olvidando lo que le preocupaba.

Con el paso del tiempo he aprendido que lo que nos rodea no es otra cosa que nosotros mismos. Todo lo percibimos desde nuestros sentidos, mediatizados por las experiencias previas del pasado y las emociones que ellas nos provocan. Imposible que dos personas vivan lo mismo en la misma situación. Por muy lejos que nos vayamos no podemos nunca movernos ni un milímetro de nuestro lado, con lo cual ¿de qué vale recorrer miles de kilómetros si antes no se ha preparado un buen equipaje?  Hasta que no nos damos cuenta de ello, somos capaces de ir de aquí para allá en un peregrinaje sin fin buscando fuera amor, reconocimiento, escucha e incluso cosas materiales que nos hagan ver la realidad desde una barrera segura y lo más cómoda y rosa posible. Y es que los sitios idílicos no hacen que nuestra vida lo sea, pero lo contrario también es falso. Las situaciones más desagradables no tienen por qué provocar en nosotros el mismo efecto. Quien lleva el timón no puede elegir el tiempo ideal para la travesía, pero sí poner buena cara al sentir la lluvia.

1 comentario:

  1. Fulanito y Menganito en mayúscula. Qué recuerdo, quizás fue en una de nuestras primeras conversaciones cuando me comentaste que tu hijo te había corregido ese detalle. No te alejes mucho de ti amiga Luz,tampoco de nosotros.

    El de la otra mesa

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